Acerca de Nosotros

Nuestra Historia

Desde que era niña, la miel con cera fue mi fascinación. Recuerdo aquellos pequeños platitos que nos daba el apicultor, como si fueran tesoros. Aunque la porción era minúscula, siempre quería más, ¡y más! Siempre decía: "Algún día tendré mis propias abejas", sin saber que ese pequeño sueño se haría realidad años después. El destino me llevó a conocer a Raúl Bolívar Andrade, mi esposo, quien fue uno de los primeros técnicos apicultores en la provincia de La Convención. Gracias a él, me sumergí en el maravilloso mundo de las abejas. Cuando le conté que quería sacar miel por primera vez, me preparó con una careta improvisada: un buzo rojo y un tul. ¡Una mezcla de miedo y emoción me invadió! Recuerdo claramente ese momento, mientras tomaba una foto temblorosa, con más miedo a las picaduras que al propio proceso. Esa fue la primera foto de una apicultora empírica, que terminó viajando hasta Alemania, ¡quién lo hubiera dicho! En aquellos tiempos, utilizábamos teteras y ollas para ahumar a las abejas, lejos de las herramientas modernas que usamos hoy. ¡Todo un reto! Y como si fuera poco, la comunidad tenía un mito bien arraigado: las mujeres no podían consumir miel porque "tendrían muchos hijos". Imagínate, ¡tenía que convencerlos de que eso no era cierto! Pero con paciencia, risas y un montón de esfuerzo, comenzamos a cambiar esa mentalidad. A través de capacitaciones y charlas, logramos que la gente dejara de ver la miel solo como un dulce y la entendieran como un verdadero recurso natural, ¡con todas esas propiedades medicinales que son una maravilla!